viernes, 30 de mayo de 2014

UNA MIRADA SOBRE ONETTI

Por culpa de un hombre y una librería de viejo me atrapó el Monstruo. Mientras esperaba a mi cita, un hombre que conocí en la redacción de un periódico donde trabajaba, maté el tiempo en una librería de viejo que se localiza entre una escuela y una cantina, fue en la sección de remates donde encontré Tierra de Nadie, una edición que alguien abandonó a la venta. Después del primer capítulo sentí como me había hundido de cabeza en la escritura delicada, fotográfica, madura y amenazante de Onetti; me gustó su tacto y su fuerza para escribir de los accidentes que se quedaban fuera de los libros, o como decía Cortázar, fuera de la alcoba; esos detalles pornográficos por crueles, artísticos y hermosos del amor, el odio, la ausencia, la vida y la muerte. Y lo que yo pueda agregar como halagos o acusaciones no importan, muchas cosas dirán y dicen de Onetti, y no vale la pena que yo agregue unas más.





A veces creí, y los críticos lo dijeron, que Onetti y Juan Rulfo, con su pueblo de Comala y Luvina, eran reflejos, ciudades con nombre de cielo pero que en realidad son el purgatorio. El mismo Onetti lo intuyó, fue en el 67 cuando el Viejo visitó México, el último año del México de antes, como dijo J.E. Pacheco, y también grabó "Bienvenido, Bob". Onetti vino a un congreso de escritores, no se hospedó en el hotel de lujo donde estaban los otros invitados, sino que escogió un modesto hotel en la zona alrededor del lúgubre Monumento a la Revolución Mexicana. Ahora esta zona, donde vivo, es un paisaje abrumado por la población, exhibe sus inmuebles del maximato pasados de moda, sus edificios de departamentos con nombres de mujeres como "Edificio Gertrudis" o "Edificio María Luisa". Es un lugar donde las calles con hoteles baratos tienen como embajadores prostitutas, padrotes, travestis, vagabundos, bares, puestos de quesadillas, tacos, dulces y cigarros sueltos. De día la ciudad de México no es la que conoció el visitante Onetti, cuadrada, estrenada, esplendorosa en la maduración de la revolución institucional, sino Luvina, pero quizá él ya lo sabía y sólo para mí, la mágica Santa María comienza cuando el sol se ha ido. Entonces la noche, comienza a revivir como por magia, la eterna noche de todos nosotros, hundidos en bares, entre desamores, soledades, silencio, detalles ocultos, arrastrando los fantasmas de eventos que nunca llegaron a visitarnos.

Yo no buscaba en los hombres amor, no esperaba nada y me debía parecer sospechoso cuando conocí a otro lector de Onetti, el Lector X me dijo que leyera La Vida Breve. Ese fue el primer libro que leyó él ¿porqué no me di cuenta entonces? Leí todos, menos ese libro, quizá mi falta de curiosidad me llevó a lugares donde nunca quise estar. Y ahora que tengo La Vida Breve en mi biblioteca es un trofeo, fue difícil conseguirlo, cada semana se agota en las librerías, las bibliotecas no tienen el ejemplar y donde se guardaba un ejemplar siempre está en calidad de prestado o ha desaparecido. Fue mi culpa no buscarlo antes, pero yo tenía otros problemas: sobrevivir y condenarme a buscar propósitos a largo plazo. Como consuelo, tiempo después de mi separación definitiva de aquél Lector de Onetti me pregunté ¿nos había unido el gusto por el Monstruo? ¿o era otra historia que nos hubiera gustado que contara Onetti? pero me repetí amargamente que la realidad no tiene a Onetti de narrador, de ser así, aquel lector hubiera tenido un gesto de piedad para apartarse de mí para siempre pero no fue así. Quizá ni siquiera yo era uno de sus amores definitivos, sino una promesa de daño que le daba algo de que escribir. Algunas noches, trabajando a cualquier hora, a veces ubicada en el insomnio, el cansancio o el hastío que me conservan alerta, pendiente de cualquier evento que me recuerde a ese lector X del cual estuve enamorada; pienso en Onetti, para despreciar las geografías locales y su protagonismo, porque cualquier hombre, sin importar su soledad en una sucia y enorme Ciudad de México o una pequeña e imaginaria Santa María pueden compartir la muerte y la inmortalidad de los recuerdos felices y crueles.

Con el aniversario de Onetti, Dorotea Muhr, Dolly, visitó la Ciudad de México, la escuché en la bienvenida al coloquio dedicado a Onetti en el Colegio de México, nos emocionó cuando habló sobre el humor burlón del monstruo, de sus manías y sus batallas la hoja blanca. Pensé en ese otro lector que también escribe, con quién hablé del uruguayo por primera vez y que sabia por viva voz de Galeano todo sobre el Viejo, y aunque han pasado algunos años desde el primer día que leí a Onetti, apenas comprendo a Aránzuru cuando se desespera de la ilusión que tiene el amor. Después de los homenajes, el único honor que se me ocurrió para el Monstruo Onetti fue aceptar el fracaso sin melancolía y retirar el nombre a ese Lector X, que por un milagro imprevisto, siempre aparece entre las páginas de mi escritor favorito pero me digo sin tregua: "no llores, no estés triste".

M.C, Telloli.

N.R. Gracias a esta amiga del gran amigo Alexis, por brindarnos estas reflexiones sobre nuestro gran Onetti.
Fueron escritas para ser publicadas en el Semanario "El Carolino"para el centenario de su nacimiento,hoy a 20 años de su muerte las republicamos.
Salud Amiga
Y Gracias
Víctor Urrutia

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